Es necesario frenar la matanza de inocentes avalada por las
leyes de muchos Estados - 14/2/1997 -
A los
participantes en la III asamblea general de la Academia Pontificia para la
Vida
Juan Pablo II
Es necesario frenar la matanza de
inocentes avalada por las leyes de muchos Estados
Venerados hermanos en el episcopado;
ilustres señores y señoras:
1. Me alegra saludaros cordialmente,
gentiles miembros de la Academia pontificia para la vida, reunidos con ocasión
de vuestra tercera asamblea general. Agradezco de modo especial al presidente,
profesor Juan de Dios Vial Correa, las amables palabras que, en vuestro nombre,
acaba de dirigirme.
Sé que algunos de vosotros, miembros
ordinarios, están presentes por primera vez, porque han sido nombrados
recientemente; así mismo, intervienen por primera vez en este encuentro los
miembros correspondientes que, en la vida de la Academia, constituyen una
valiosa relación con la sociedad. Os doy a todos mi bienvenida, acogiéndoos como
ilustre comunidad de intelectuales al servicio de la vida.
Ante todo, siento la necesidad de
manifestaros mi complacencia por la actividad que la Academia ha desarrollado en
este breve arco de tiempo desde su fundación. En particular, deseo subrayar los
excelentes trabajos ya publicados como comentario a la encíclica Evangelium
vitae y la activa colaboración brindada a los dicasterios para la organización
de cursos y congresos de estudio tanto sobre los contenidos de la encíclica,
como de otros pronunciamientos del Magisterio en el delicado ámbito de la vida.
Respeto pleno a la dignidad de todo ser
humano
2. También el tema que habéis elegido
para esta asamblea —«Identidad y estatuto del embrión humano»—, cuando ya se
aproxima el décimo aniversario de la instrucción Donum vitae , publicada el 22
de febrero de 1987, se sitúa en esta línea de compromiso y tiene hoy una
peculiar actualidad cultural y política.
En efecto, se trata, ante todo, de
reafirmar que «el ser humano debe ser respetado y tratado como persona desde el
instante de su concepción y, por tanto, a partir de ese mismo momento se le
deben reconocer los derechos de la persona, principalmente el derecho inviolable
de todo ser humano inocente a la vida» (Donum vitae, 30 ). Estas afirmaciones,
recogidas de modo solemne en la encíclica Evangelium vitae , ya han sido
entregadas a la conciencia de la humanidad y también encuentran cada vez mayor
acogida en el ámbito de la investigación científica y
filosófica.
Asimismo, de modo oportuno, durante estos
días, habéis tratado de aclarar los malentendidos que, en el actual contexto
cultural, nacen de prejuicios de orden filosófico y epistemológico, que ponen en
duda los fundamentos mismos del conocimiento, en particular en el ámbito de los
valores morales. En efecto, es necesario liberar de toda posible
instrumentalización, reduccionismo o ideología, las verdades referentes al ser
humano, para garantizar el respeto pleno y escrupuloso a la dignidad de todo ser
humano, desde los primeros instantes de su existencia.
Iniciar una nueva etapa de
civilización
3. ¿Cómo no recordar que,
lamentablemente, nuestra época está asistiendo a una matanza inédita y casi
inimaginable de seres humanos inocentes, que muchos Estados han avalado mediante
la ley? ¡Cuántas veces se ha elevado, sin ser escuchada, la voz de la Iglesia en
defensa de estos seres humanos! ¡Y cuántas veces, por desgracia, otros han
presentado como derecho y signo de civilización lo que, por el contrario, es
crimen aberrante en perjuicio del más indefenso de los seres humanos!
Pero ha llegado la hora histórica de dar
un paso decisivo para la civilización y el bienestar auténtico de los pueblos: el paso necesario para
reivindicar la plena dignidad humana y el derecho a la vida de todo ser humano,
desde el primer instante de su vida y durante toda la fase prenatal. Este
objetivo, es decir recuperar la dignidad humana para la vida prenatal, exige un
esfuerzo conjunto y desapasionado de reflexión interdisciplinar, así como una
renovación indispensable del derecho y la política.
Cuando se emprenda este camino, comenzará
una nueva etapa de civilización para la humanidad futura, la humanidad del tercer milenio.
La victoria de la verdad, del bien moral
y del derecho
4. Ilustres señores y señoras, resulta
evidente la importancia de la responsabilidad de los intelectuales en su tarea
de investigación en este campo. Se trata de reconquistar espacios específicos de
humanidad en la esfera de la tutela del derecho, y en primer lugar el de la vida
prenatal.
De esta reconquista, que es victoria de
la verdad, del bien moral y del derecho, depende el éxito de la defensa de la
vida humana en los demás momentos más frágiles de su existencia, como la fase
final, la enfermedad o la deficiencia física. Tampoco debe olvidarse que la
preservación de la paz y la misma tutela del ambiente suponen, por lógica
coherencia, el respeto y la defensa de la vida desde su primer instante hasta su
ocaso natural.
Contribuir a la auténtica renovación de
la sociedad
5. La Academia pontificia para la vida, a
la que agradezco de corazón el servicio que presta a la vida, tiene la misión de
contribuir a la profundización del valor de este bien fundamental, sobre todo
mediante el diálogo con los especialistas en ciencias biomédicas, jurídicas y
morales. Para alcanzar este objetivo, el trabajo de vuestra comunidad de estudio
e investigación deberá contar con una intensa vida ad intra, caracterizada por
el intercambio y la colaboración científica de las diversas especialidades. Así
será capaz de brindar también ad extra, al mundo de la cultura y de la sociedad,
estímulos saludables y contribuciones válidas para una auténtica renovación de
la sociedad.
Ilustres señores y señoras, el generoso
comienzo de vuestra actividad fortalece en esta esperanza. Deseo animaros aquí a
proseguir en el camino emprendido, recordando la benemérita intuición de vuestro
primer presidente, el profesor Lejeune, defensor intrépido e incansable de la
vida humana.
La Iglesia advierte hoy la necesidad
histórica de tutelar la vida para la salvación del hombre y de la civilización.
Estoy convencido de que las generaciones futuras le quedarán agradecidas por
haberse opuesto con toda firmeza a las múltiples manifestaciones de la cultura
de la muerte y a toda forma de menosprecio de la vida
humana.
Que Dios bendiga cada uno de vuestros
esfuerzos y que la santísima Virgen, Madre de Cristo, camino, verdad y vida,
haga fecundas vuestras investigaciones. Como testimonio del interés con que sigo
vuestra actividad, os imparto con mucho gusto a todos una bendición apostólica
especial.
Joannes
Paulus pp.
II